domingo, 15 de mayo de 2016

TOÑI. CAPÍTULO XXIII.

 
                                            TOÑI. CAPÍTULO XXIII.
 
       Lo reconozco: adoro el mar, me fascina en todas sus facetas y vertientes: me seduce por la noche, me emociona al amanecer y me inspira en el ocaso. Me calma pasear en un día nublado por la orilla; me gusta sentarme sobre la arena con la barbilla apoyada en las rodillas y perder la mirada en el horizonte mientras la brisa salada me acaricia la cara. Ya digo que adoro el mar, pero, de un tiempo a esta parte, lo quiero para mi sola. Por eso adoro Menorca, cuyas playas y paisajes permiten aislarte de todo. Me produce un inmenso placer el sol estallando poderoso sobre el mar. Trago saliva cuando contemplo cómo se desangra la luna sobre los árboles... Había una cala a la que íbamos cuando librábamos. Era mágica. Pequeña. Como una media luna. Por eso digo que lo siento como algo propio. Será que el mar me trae pequeños recuerdos como mensajes que llegan a la orilla en una botella... Y noto su falta, no en mi piel, ni en la cabeza. Tampoco en el corazón... La siento dentro, en esa parte del alma que se queda vacía, sin él... Es mejor merecer las cosas que alcanzarlas; alcanzarlas no importa demasiado. " Con poco me contento, aunque deseo mucho ", decía Cervantes. " Sin lo segundo no tendría valor lo primero. Sé que la cosa que más deseo del mundo - regresar a Menorca - es precisamente la que no tengo. Me he pasado la vida llena de deseos, que sólo fueron eso, pero hice que tuviesen tal intensidad que valiesen por todo lo deseado. Reconozco ahora, con el paso del tiempo, la inevitable distancia entre mis pretensiones y la realidad, con la cual hay siempre que contar. Se puede desear por muchos motivos, pero el motivo puede ser desear. ¿ Qué cosas son las que hay que poseer para dejar de desear ?, ¿ qué cosas han de faltarle a uno para dejar de hacerlo ? Una juiciosa respuesta a estas preguntas sólo demostraría que la única diferencia entre el que desea y el que no es el más y el menos. ¡ Qué presuntuoso resulta el hombre al creerse capaz de reconocer todos sus deseos si los tuviera delante ! Creen que para sacar fruto de la vida hay que hacer como para sacar fruto de un olivo o de un rosal, sacudirlo hasta dejarlo desnudo. Abundan ahora estos que después de desmenuzar el rosal caído con sus sutiles golpes se escandalizan de que estuviera formado de minúsculas espinas, algunas demasiado dolorosamente puntiagudas para sus delicadas manos. Indudablemente no saben que la belleza de los pétalos es tarea difícil de defender...
La forma más humilde de desear, la más pobre, es la del que ama, que lo es simplemente porque en cualquier momento vuelve a comprobar su deseo. Es curioso e inquietante que muchas personas obtengan tan poco provecho de ello...
 
 
 

 

 

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