miércoles, 25 de mayo de 2016

TOÑI. CAPÍTULO XXVII.


                                              TOÑI. CAPÍTULO XXVII.

Aún tengo angustiosas pesadillas. Voy conduciendo el todoterreno de Joaquín. Tenía que hacerlo desde el asiento trasero - el del piloto estaba vacío - y llegaba con mucha dificultad a los pedales. Circulaba por la carretera con los ojos cerrados. Al abrirlos, observo que he conseguido ir en línea recta todo el trayecto, pero en ese justo momento estoy girando a la izquierda y veo venir el coche que va detrás de mí. Asustada, intento enderezar el volante y la carretera comienza a desmoronarse. De forma inminente aparece frente a mí un tramo que ya se había hundido. Acelero para tomar impulso y saltarlo - como en las películas de acción - y salgo volando por encima de los coches que me preceden y que habían quedado aislados. Regreso de nuevo al suelo. Pero cuando vuelvo a girar a la izquierda, aparece ese coche de nuevo. Así una y otra vez. Es como si la pesadilla aún no hubiese terminado. Y despierto con las manos temblorosas. Salgo de la habitación descalza, muy nerviosa, desubicada...A veces, la angustia puede conmigo. En el hospital no paraba de hacer preguntas, a sacar conclusiones en voz alta para dar a entender que me daba cuenta de que allí pasaba algo raro. Otras ansiaba perder el conocimiento o dormirme profundamente para no tener que soportar la angustia que se había adueñado de mí. Alguna vez sentí que iba a salirme de mi propia piel y veía rostros que nunca he conocido. Mi pensamiento se centró en la idea de que no volvería a recordar. Aquello me desconcertó aún más. ¿ Cómo podían verme así, desesperada, sin inmutarse ? El doctor me pedía que me calmara. Tuve la impresión de que él no era como los demás. Tampoco era como yo. Eso pensaba. Se acercaba para hablarme cerca del oído: - El silencio puede ayudarte tanto como las preguntas. Lograrás escucharte para que tú misma puedas responder a las preguntas que te atormentan. - No sé cómo hacerlo - le decía mirándole directamente a los ojos -. Creo que tengo miedo a las respuestas... De alguna manera entendí que yo estaba allí por un motivo y que todos querían ayudarme...Pero me sentía perdida, sumida en el más absoluto desconsuelo sin conocer la causa. Mis recuerdos, repletos de lagunas; mi vida era un laberinto de espejos en el que mi propia imagen me llegaba distorsionada y cuya verdadera forma no conseguía evocar. Al menos me había dado cuenta de todo aquello. Fue el pistoletazo de salida para iniciar el viaje de retorno a mí...
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