martes, 14 de junio de 2016

TOÑI. EXTRACTO DEL CAPÍTULO XXXIV.

                                      TOÑI. EXTRACTO DEL CAPÍTULO XXXIV.


Mis padres no me reconocieron al entrar en la Unidad de Vigilancia Intensivos, aun estando la primera. Llegué a tener la cabeza tan inflamada en la UVI, hasta el punto que cubría completamente los hombros. Fueron infinitas las resonancias que me hicieron para evaluar los daños. Con el tiempo, tras reducirse la inflamación, mis familiares descubrieron que me salían vendajes de la espalda. Al preguntar el motivo, le explicaron que tenía quemaduras producidas por el roce del asfalto. No sé por qué, pero veía a Rosa la cantante de Eurovisión y era como ver a la Virgen, de la alegría que me producía tener un recuerdo anterior al accidente. Cantaba a todas horas. No importaba la canción.
Lo que más recuerdo cuando me pinchaba en la barriga, estaba tan hinchada que parecía que estaba embarazada...
La pierna enorme. Y el sonido del aire saliendo tras la traqueostomia, abertura realizada en la tráquea, en la cual se inserta un tubo o cánula para facilitar el paso del aire a los pulmones. Su objetivo era restablecer la vía aérea, permitiendo una adecuada función respiratoria. Después de que la tráquea quede expuesta, se inserta una sonda con un manguito de tamaño adecuado. El manguito es un dispositivo inflable unido a la sonda de traqueostomía, el cual se diseñó para ocluir el espacio entre las paredes de la tráquea y la sonda, de modo que permita una ventilación mecánica efectiva y reduzca el riesgo de aspiración.
La sonda se fija al cuello del paciente con cintas adhesivas. Es usual que se coloque un cuadro de gasa estéril entre la sonda y la piel, a fin de absorber el drenaje y prevenir infecciones. Era muy raro. Me salia aire hasta cuando apretaba para orinar.
Y recuerdo la sensación de la sonda: era horroroso.
Deseaba que me la quitaran. Me molestaba mucho.
Los dos años de rehabilitación me estuve pinchando en la barriga dos veces al día. Lo llegué a tener tan encallecido que ya la aguja no me entraba. La carne, con muchos moratones, se hundía como si fuese goma dura imposible de penetrar.
Mi madre, vigilante y atenta siempre, me regañaba para que no me quitara las vías y la sonda. Como consecuencia de una neumonia tuve una embolia pulmonar con parada cardiorespiratoria y durante la reanimación tuve una fractura de esternón. Me metían una especie de aspiradora para sacarme todo el encharcamiento de los pulmones. Me pusieron respiración asistida. Nunca olvidaré la impresión que le causó a mi abuelo el verme, perdió el conocimiento de la impresión. Luego dijo que parecía la caseta de la luz con tanto cable alrededor de mi cuerpo. Recuerdo también que pedían consentimiento para todo, pues tuve gran riesgo de perder la voz. Con lo que me gustaba a mi cantar. Los médicos apenas informaban de nada que no fuera lo más grave, pero fueron descubriendo heridas secundarias a medida que pasaba el tiempo.
Estuve aislada constantemente por un extraño virus que tuve en la pierna, que mandaron analizar fuera de España...

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