TOÑI. EXTRACTO DEL CAPÍTULO XXXV.
Los cristales del salón se
secan lentamente y aunque los balcones de enfrente continúan goteando
tras la tormenta, el cielo parece forcejear entre el sol y las nubes a
impulsos de una primavera de la más lluviosas de los últimos años.
Toñi deja su vaso de agua en la mesa y se pone en pie.
- No sé si te he dicho Juan que este verano se casa mi hermano Juanjo.
Estamos muy ilusionadas mi madre y yo. Y deseo contarte algo curioso.
Hace unos días, con los preparativos y las limpiezas habituales de estos
acontecimientos, mi madre encontró una caja con un contenido muy
distinto al de los demás: estaba repleta de cartas. Le pregunté " ¿ De
quién son ? " Y ella me respondió: " No lo recuerdas, ¿ verdad, Toñi ?
". " Son cartas de amigos que hacías en nuestras vacaciones en Roquetas
de Mar. Tu carácter tan abierto y encantador no ponía trabas a
relacionarte para encontrar amigos nuevos ".
Mi madre salió de la habitación y no me dio tiempo a decir nada más.
- ¿ Cómo podía yo saberlo, Juan ? Existen situaciones demasiado
complicadas para convertirlas, después de tantos años, en objeto de
análisis. Es mejor dejarlas dormir, como si nunca hubieran existido tras
mi pérdida de memoria, como si únicamente se hubieran soñado. Pero eso
no sucedió con aquellas cartas. La curiosidad me empujó a saber más de
lo que esos sobres me estaban mostrando. Comprendí en seguida que esas
personas inaccesibles, irreales, como si fuesen un mito que se nutre de
distancia, podían estar más cerca de lo que me imaginaba. Me senté en el
suelo, con las piernas cruzadas, y comencé a leerlas una a una. Me
sumergí en ellas. Estaban ordenadas por fechas.
La primera era de un
niño que hablaba de los recuerdos de aquellas primeras vacaciones,
acabábamos de conocernos, como si ese hecho fuera una pieza clave para
escribirlo y recordarlo todo. Con el paso del tiempo, el niño se
convirtió en un adolescente que hacía auténticas declaraciones de amor: "
Parece que te estoy viendo, Toñi. El sol daba en tus ojos verdes, pero
tú los abrías como si el sol no te molestara. Yo te miraba furtivamente.
Pensé que jamás había visto una imagen tan impresionante como la que tú
me ofrecías ".
Existen cosas que, por mucho que se pierdan en la
lejanía, continúan irradiando vivos sentimientos, parecidos a los que
viví en ese momento. Me resultaba tan extraño. Me dejé llevar por todas
ellas y por tantas palabras que estremecieron mi corazón. Nunca había
leído nada tan precioso y con tanta magia. Palabras que quedaron tan
dormidas como mis recuerdos y, en su despertar, se quedaron grabadas a
fuego en mi alma.
Encontré un tesoro entre los recuerdos que perdí,
pero estaban a buen recaudo, enmarcados en papel durante años y años,
con esa tinta que mantuvo intacta el color de mi infancia y mi juventud.
Nunca sabré todo, nunca más voy a ser la dueña de la mayoría de mis
recuerdos, pero conocer esas cartas fue un gran alivio para mí.
Necesitaba esa estabilidad, esa base para enfrentarme a la vida y al
vacío de mi misma. Había sido esa casualidad de lo que más me ayudó a
intentar sobreponerme. No podía soportar la idea de vivir metida en
aquel vacío mío, más sórdido aún que la propia muerte.
- ¿ Sabes una
cosa, Juan ? A veces, el estar ya bien podía ser más cruel que la
convalecencia. Pues me veía de nuevo frente a aquel camino que es la
vida, pero con la sensación de vivir el contrasentido de sentirme muerta
en un cuerpo que recuperaba su salud. Pero el dolor no mata: al
contrario, yo creo que refuerza. Y acabé por acostumbrarme. Las
personas, ya lo sabes, somos animales de costumbres. Me acostumbré al
dolor, como algunos se acostumbran al bienestar. Me acostumbré a no
recordar, como algunos se acostumbran a la nostalgia. Como ahora siento
esa paz que me proporcionan esas cartas, después de tanto tiempo...
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