TOÑI. CAPÍTULO XI.
CAPITULO DEDICADO A: ANDRES CAMPOS GONZALEZ
No sé qué tiene escribir esta historia, pero a mí me crea unos lazos quizá más fuertes de lo conveniente para mi estabilidad emocional. Ante la posibilidad de perder a Toñi, me agarraba el miedo a que desapareciese también de mi vida y se disolviese en la niebla del recuerdo; esa sensación de fugacidad de una relación de amistad que, aunque breve, había sido intensa, me dejaba un dolor sordo por dentro. Y es que, tal vez porque no teníamos un pasado común ni amistades compartidas ni nada distinto de esos momentos mágicos, es tan fácil la confidencia y el desparrame espontáneo, con una libertad que sólo proporciona la ausencia de otros vínculos.
CAPITULO DEDICADO A: ANDRES CAMPOS GONZALEZ
No sé qué tiene escribir esta historia, pero a mí me crea unos lazos quizá más fuertes de lo conveniente para mi estabilidad emocional. Ante la posibilidad de perder a Toñi, me agarraba el miedo a que desapareciese también de mi vida y se disolviese en la niebla del recuerdo; esa sensación de fugacidad de una relación de amistad que, aunque breve, había sido intensa, me dejaba un dolor sordo por dentro. Y es que, tal vez porque no teníamos un pasado común ni amistades compartidas ni nada distinto de esos momentos mágicos, es tan fácil la confidencia y el desparrame espontáneo, con una libertad que sólo proporciona la ausencia de otros vínculos.
Andrés
no recordaba quién dijo que cuando vemos a alguien por última vez no
sabemos que es la última vez. Pero rezaba porque no fuese así, por
volver a ver a Toñi, mientras se hacía otras preguntas a la puerta de la UVI del hospital:
Si pudiese hablar con Dios creo que le diría cuatro cosas - se decía Andrés, mientras esperaba la salida del médico para que le informase de la situación de Toñi -:
Que me explicara para qué sirve tanto sufrimiento, a qué fondo siniestro va a parar el dolor o quién saca provecho de las penas y tanta angustia...
Por qué de pronto un día - puede ocurrir incluso en un segundo -
se presenta la fatalidad - irremediable y cruel - en un hogar normal de buena gente, cuando ya les tocaba ser felices, porque se lo han ganado por derecho. Años y años de batalla, de trabajo, sin fines de semana, de los fines de mes a día quince, de inventarse la vida sin desmayo, de superar unidos la desgracia sin perder nunca pie ni deslumbrarse por ningún espejismo que engañara el tedio asolador de la rutina del día a día, - que hasta la vida, a veces, se hace larga -.
Y cuando llega el tiempo de ser feliz, de realizar los sueños y disfrutarlos, de gastar las reservas de vida a la luna de medianoche, despertar con el sol bien avanzado, la mala suerte espera agazapada, traicionera, escondida tras un cambio de rasante; Si yo pudiese hablar con Dios, juro que le diría cuatro cosas.
Si pudiese hablar con Dios creo que le diría cuatro cosas - se decía Andrés, mientras esperaba la salida del médico para que le informase de la situación de Toñi -:
Que me explicara para qué sirve tanto sufrimiento, a qué fondo siniestro va a parar el dolor o quién saca provecho de las penas y tanta angustia...
Por qué de pronto un día - puede ocurrir incluso en un segundo -
se presenta la fatalidad - irremediable y cruel - en un hogar normal de buena gente, cuando ya les tocaba ser felices, porque se lo han ganado por derecho. Años y años de batalla, de trabajo, sin fines de semana, de los fines de mes a día quince, de inventarse la vida sin desmayo, de superar unidos la desgracia sin perder nunca pie ni deslumbrarse por ningún espejismo que engañara el tedio asolador de la rutina del día a día, - que hasta la vida, a veces, se hace larga -.
Y cuando llega el tiempo de ser feliz, de realizar los sueños y disfrutarlos, de gastar las reservas de vida a la luna de medianoche, despertar con el sol bien avanzado, la mala suerte espera agazapada, traicionera, escondida tras un cambio de rasante; Si yo pudiese hablar con Dios, juro que le diría cuatro cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario