TOÑI. CAPÍTULO XIII.
- Por
compartirme, aunque sea conmigo. Por eso cuento esta historia, Juan.
Pocas cosas tenemos tan atendidas como a los demás, olvidándonos de
nosotros mismos. Yo estoy hecha de olvidos. Pero desconfío de las
personas a las que le brillan los candados de su memoria.
- Sólo podemos ver nuestro pasado, nuestro presente lo verán en el futuro, Toñi. Te escucho. Las palabras significan en el oído, no en la boca.
- Fuimos felices juntos Andrés y yo hasta que supimos
que lo éramos. Qué mal lo pasó. Cuando desperté y me vi en el espejo:
parecía un maniquí de tienda que tiene cambios de postura en sus
escaparates eternos. Unos días al abrir la tienda están sentados en una
silla, otros como con una lanza en el tiento en ristre señalan nuestro
mundo, otros junto a una caja de deseos. Las manos abiertas, como
dejando todo escapar...Porque un maniquí no tiene nada suyo, ¿qué me
pertenecía a mi ? A través de mis paseos por las ciudades, en mis días
más tristes y solitarios he encontrado siempre alguno de cuerpo
presente, he sentido ser uno de ellos, esos muñecos malogrados, de
mirada perdida, calvos y con hechuras bastante perfectas...Me
identificaba totalmente con ellos. No era sólo mi aspecto, era mucho
más...Mi mirada hacia los maniquíes no es la que se dirige a un objeto
cualquiera, sino la que se dirige a los bastidores repletos de deseos,
que dan pena porque casi siempre son inalcanzables para la mayoría, es
la mirada que se arroja desesperada sobre ese paisaje en uno de cuyos
rincones se lee un “ Se vende ”, o el precio escrito con letra
mendicante, como diciendo " o lo tomas o lo dejas ".
Parada frente
al espejo de aquel hospital, tenía la inmensa melancolía de esos
maniquíes a los que se ha quitado la primera piel una y otra vez,
perdida su dignidad por pretender ser reales...
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