TOÑI. CAPÍTULO IV.
- Escribo para ver, para ver bien - mejor que en la vida - el deslumbrante dolor de vivir. No escribo para que me consuelen, puesto que soy inconsolable. No escribo para comprender, puesto que no hay nada que comprender. Escribo para ver como la vida sufre en mí y en las personas que quiero...Háblame, Toñi. De lo que sea. De lo que te han contado. Sólo seremos cuando ya no pueda importar saber si somos o hemos sido.
- La verdad, Juan. Parecemos uno solo. Porque expresas lo que siento y pienso.
- Hablar salva, Toñi.
- Mucho. Eres de las pocas personas con la que puedo hablar de todo esto...y el que mejor me entiende para expresarlo.
- Hay recuerdos que son tesoros, que se alimentan y se guardan celosamente las noches de insomnio, que consuelan y animan en los malos momentos; pero si esto es así es porque pueden ser comunicados, porque elegimos cubrirlos en nuestra alma y a quién desvelarlos...
- ¿ Sabes, Juan ? Creo que nunca me he preguntado cuándo conoce una con certeza el perfil exacto de la vida que le ha tocado vivir, de su destino. Mi conocimiento de los hechos que sucedieron aquel día me lleva a creer que tampoco en esto hay reglas, que la única ley del destino es la ausencia de ley alguna. Hoy no desconozco el influjo de las circunstancias, sé que hay que contar con la buena y la mala suerte, con todo lo que aumenta, pero también limita y oprime la vida de una persona...
Era Semana Santa, mi marido Andrés y yo quedamos para cenar con unos amigos: Joaquín y Ana. Una pareja encantadora con la que solíamos salir juntos. Esa noche tocaba la reunión en su casa. Durante la comida se nos ocurrió que podíamos ir de viaje al día siguiente y decidimos ir al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Joaquín nos propuso ir por la carretera nacional, porque pasaríamos por toda la sierra y luego a lo largo del valle del río Pinilla o Guadiana Viejo, donde la diferencia de altura entre los remansos de agua hace que ésta discurra por arroyos, cascadas y saltos, de una a otra laguna...y el viaje es más hermoso.
Al día siguiente, salimos de casa, sobre las 8 de la mañana; en el todoterreno de Joaquín. El viaje empezó genial, riéndonos y contando chistes y disfrutando muchísimo del paisaje de la sierra. Llevábamos unas dos horas de viaje, cuando a Joaquín decidió hacer una parada para ir al baño. Era a la altura de la Solana, aún quedaba camino que andar hacia nuestro destino, cuando vimos una salida a nuestra izquierda. En el momento de aminorar la marcha y girar, Joaquín miró el retrovisor y no vio a nadie por detrás, por lo tanto giró para entrar. Casualmente venía un vehículo. Joaquín no pudo verlo por un cambio de rasante muy elevado. se desplazaba tan rápido que cuando nos vio, no pudo hacerse con el control del coche y nos chocó a unos 150 Km/h. aproximadamente.
Fue todo tan rápido que Joaquín, que conducía el vehículo, y mi marido, de copiloto, no se dieron ni cuenta que el coche quedó destrozado. Ajenos a lo que había pasado, miraron hacia atrás para hablar con Ana y conmigo, pero no estábamos. Entre ellos se preguntaron: ¿ Dónde están ellas ?, y decidieron rápidamente salir a buscarnos fuera del vehículo. Al quitarse el cinturón, se cayeron al techo del coche, para sorpresa de ellos, que estaba bocabajo. Salieron del coche por las ventanillas, arrastrándose como pudieron, ya que las puertas estaban bloqueadas.
- Recuerdo como me dieron la noticia: " Toñi ha tenido un accidente muy grave . La encontraron sin conocimiento en la carretera."
La frase se parecía mucho a las que se publican a diario en las columnas de sucesos. Un accidente lamentable a causa del exceso de velocidad: uno de esos casos que obligan a mostrar ceño y que luego se olvidan. Pero esta vez la víctima eras tú y todo cambiaba de aspecto. Resulta difícil recuperar tantas cosas a la vez cuando la mente se habitúa a considerarlas perdidas y superadas. Sin duda el recuerdo conserva resortes ocultos y traidores que, en los momentos clave, como éste de tu vida, se ponen en movimiento, pero tu caso es diferente. Llevas demasiados años prescindiendo, sin querer, de tu pasado y tus recuerdos, para dejar traslucir las emociones que semejante accidente causó...
- Escribo para ver, para ver bien - mejor que en la vida - el deslumbrante dolor de vivir. No escribo para que me consuelen, puesto que soy inconsolable. No escribo para comprender, puesto que no hay nada que comprender. Escribo para ver como la vida sufre en mí y en las personas que quiero...Háblame, Toñi. De lo que sea. De lo que te han contado. Sólo seremos cuando ya no pueda importar saber si somos o hemos sido.
- La verdad, Juan. Parecemos uno solo. Porque expresas lo que siento y pienso.
- Hablar salva, Toñi.
- Mucho. Eres de las pocas personas con la que puedo hablar de todo esto...y el que mejor me entiende para expresarlo.
- Hay recuerdos que son tesoros, que se alimentan y se guardan celosamente las noches de insomnio, que consuelan y animan en los malos momentos; pero si esto es así es porque pueden ser comunicados, porque elegimos cubrirlos en nuestra alma y a quién desvelarlos...
- ¿ Sabes, Juan ? Creo que nunca me he preguntado cuándo conoce una con certeza el perfil exacto de la vida que le ha tocado vivir, de su destino. Mi conocimiento de los hechos que sucedieron aquel día me lleva a creer que tampoco en esto hay reglas, que la única ley del destino es la ausencia de ley alguna. Hoy no desconozco el influjo de las circunstancias, sé que hay que contar con la buena y la mala suerte, con todo lo que aumenta, pero también limita y oprime la vida de una persona...
Era Semana Santa, mi marido Andrés y yo quedamos para cenar con unos amigos: Joaquín y Ana. Una pareja encantadora con la que solíamos salir juntos. Esa noche tocaba la reunión en su casa. Durante la comida se nos ocurrió que podíamos ir de viaje al día siguiente y decidimos ir al Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Joaquín nos propuso ir por la carretera nacional, porque pasaríamos por toda la sierra y luego a lo largo del valle del río Pinilla o Guadiana Viejo, donde la diferencia de altura entre los remansos de agua hace que ésta discurra por arroyos, cascadas y saltos, de una a otra laguna...y el viaje es más hermoso.
Al día siguiente, salimos de casa, sobre las 8 de la mañana; en el todoterreno de Joaquín. El viaje empezó genial, riéndonos y contando chistes y disfrutando muchísimo del paisaje de la sierra. Llevábamos unas dos horas de viaje, cuando a Joaquín decidió hacer una parada para ir al baño. Era a la altura de la Solana, aún quedaba camino que andar hacia nuestro destino, cuando vimos una salida a nuestra izquierda. En el momento de aminorar la marcha y girar, Joaquín miró el retrovisor y no vio a nadie por detrás, por lo tanto giró para entrar. Casualmente venía un vehículo. Joaquín no pudo verlo por un cambio de rasante muy elevado. se desplazaba tan rápido que cuando nos vio, no pudo hacerse con el control del coche y nos chocó a unos 150 Km/h. aproximadamente.
Fue todo tan rápido que Joaquín, que conducía el vehículo, y mi marido, de copiloto, no se dieron ni cuenta que el coche quedó destrozado. Ajenos a lo que había pasado, miraron hacia atrás para hablar con Ana y conmigo, pero no estábamos. Entre ellos se preguntaron: ¿ Dónde están ellas ?, y decidieron rápidamente salir a buscarnos fuera del vehículo. Al quitarse el cinturón, se cayeron al techo del coche, para sorpresa de ellos, que estaba bocabajo. Salieron del coche por las ventanillas, arrastrándose como pudieron, ya que las puertas estaban bloqueadas.
- Recuerdo como me dieron la noticia: " Toñi ha tenido un accidente muy grave . La encontraron sin conocimiento en la carretera."
La frase se parecía mucho a las que se publican a diario en las columnas de sucesos. Un accidente lamentable a causa del exceso de velocidad: uno de esos casos que obligan a mostrar ceño y que luego se olvidan. Pero esta vez la víctima eras tú y todo cambiaba de aspecto. Resulta difícil recuperar tantas cosas a la vez cuando la mente se habitúa a considerarlas perdidas y superadas. Sin duda el recuerdo conserva resortes ocultos y traidores que, en los momentos clave, como éste de tu vida, se ponen en movimiento, pero tu caso es diferente. Llevas demasiados años prescindiendo, sin querer, de tu pasado y tus recuerdos, para dejar traslucir las emociones que semejante accidente causó...
Es tan...condenadamente bueno...
ResponderEliminarAhora entiendo por qué no soy escritor de estilo. Como dijo Égroe, hay que escribir de forma coincidente con el alma, por consiguiente, hay que tener alma. Un beso.
ResponderEliminarAsi mismo es...eres un genio...Gracias besos...
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